martes, 26 de marzo de 2013

Un lugar

Existe un lugar donde me tomas de la mano, caminas a mi lado sonriendo de mis chistes tontos. Momentos compartidos, amaneceres acompañandonos, un beso en el ojo, otro en la mejilla, uno más en tu rodilla; tu mano en mi pierna cuando vamos al cine, tu sonrisa cómplice en el restaurant, chocar las copas deseándonos, mitigar el frío en nuestros brazos. Existe un lugar donde te recuestas en mi hombro mientras te leo poesía ó ya con los ojos cansados tomas el mando y vemos tv ó tomas las riendas y me haces a tu antojo.
Hay un lugar, donde el tiempo se detiene y somos eternas, donde me pierdo en tus ojos y tú en mi miopia; un espacio donde respiramos el mismo aire y peleamos boca a boca por arrebatarlo. Hay un lugar, donde las miradas desnudan y los labios queman, donde la vida a tu lado es lo mejor que me ha pasado, donde sonreír es el pan nuestro, esperarnos en casa es nuestra más bella sorpresa, donde somos, donde no tuvimos miedo y nos atrevimos, donde lo nuestro funciona.
Existe ese lugar, lejos de una realidad donde tu silencio mata y mi corazón se marchita, existe esa realidad en mi mente, ese mundo lleno de sueños donde todo es posible, inclusive tú, voy ahí cada noche, cada día donde tu ausencia duele, voy ahí para creer, para seguir soñando, para seguirte amando...

miércoles, 6 de marzo de 2013

Crónica de un amor endemoniado de 100 años

Una tarde de julio de 1999, la vida me dio un vuelco, con la lluvia golpeando el asfalto, un olor intenso a tierra mojada, el cielo con tonos grises y un viento helado que golpeaba los rostros de los pocos transeúntes con valor para estar en la calle, esperaba paciente que me llevarán las hormigas hacia mi destino o que sucediera algo extraordinario que me sacara de mi letargo y así sucedió.
Mentiría si dijera con exactitud el día de la semana, pero en aquel momento era imposible distinguir en que día se vivía, sólo estaba ahí en el estudio de mi tío, sentada en una silla que de a poco me destrozaba la espalda, detrás de un escritorio viejo, en un espacio donde la humedad predominaba y hacía imposible durar más de 1 hora sin levarse a desentumir cada miembro del cuerpo. En aquel lugar, mi día pasaba jugando solitario en una computadora vieja, archivando carpetas y planos, respondiendo el teléfono y evitando que los segundo me atacarán con síntomas de aburrimiento, ese lluvioso día de julio me aventure a descubrir los secretos mejor guardados del escritorio, para mi sorpresa su tesoro mejor guardado fue sencillo de encontrar; en el segundo cajón al lado derecho estaba esperándome una pasta dura, con una imagen de un barco, cupido y la bandera amarilla: El amor en los tiempos del cólera, Gabriel García Márquez
Leí la primer página y no hubo vuelta atrás, no fue necesario rogar para que ese tesoro me fuera cedido, me tenía atrapada, cada palabra, cada frase, pero sobre todo aquella historia, tres días y sus noches me bastaron para cambiar mi vida por completo, tres días para leerlo y tres noches para soñarlo, porque aprendía sobre el amor y desamor, sobre la esperanza y la lucha, de la paciencia y su recompensa, pero sobre todo, aprendí a soñar, que aquello era posible: un amor alimentado por letras románticas, mensajes en un árbol, miradas soñadoras, que a pesar de que el tiempo pasa, ahí estará, mi diosa coronada...
Le siguió 100 años de soledad, José Arcadio y Aureliano se volvieron los posibles nombres de mis hijos, Remedios la Bella una verdadera Santa y Úrsula, esa mujer sabia, mi abuela. Del amor y otros demonios retomó esa vena romántica, donde el amor, aunque trágico, puede ser mutuo y tan fuerte que parece sobrenatural, pero tan vivo que sigue creciendo como aquellos cabellos.
Así fue cómo a los 14 años, donde sólo te interesa la escuela (por las compañeras) y hacer enojar profesores, me quedé prendada de una historia que sigue siendo referencia para mi, de unas líneas que me provocaban y transportaban a lugares no conocidos pero que al final eran familiares; a los 14 años me rendí ante su prosa y ya no volví a ser la misma. He leído la mayoría de sus obras, que alimentan la mente, el espíritu  el corazón y la imaginación. Gracias Gabo, porque sigo leyendo y releyendo, sigo llorando y enamorándome, pero sobre todo, sigo creyendo que el amor puede esperar "cincuenta y tres años, siete meses y tres días", pero sobre todo que ese mismo amor puede durar "Toda la vida"...